Mediocre concierto de Brahms en el Juárez


Uno de los mejores conciertos jamás escritos para violín fue pobremente ejecutado por la joven norteamericana Joan Kwuon. En contraste, Irina Chistiakova hizo vibrar al Teatro Juárez con una majestuosa interpretación del concierto para piano y orquesta No.1. En general, la OSUG, bajo la batuta de Bátiz, cumplió.

Se dice que en el repertorio violinístico existen tres conciertos verdaderamente magistrales: el de Beethoven, el de Tchaikovsky y el de Mendelssohn. Y hay quienes agregan un cuarto: el de Johannes Brahms. Para mi gusto, si aquellos fueran los tres mosqueteros, éste sería D'Artagnan.

El concierto para violín y orquesta, en re mayor, op. 77, de Johannes Brahms, es extremadamente apasionante. Es imposible no vibrar con las notas de su primer movimiento, cuyos altibajos en intensidad crean un marco perfecto para que el violín despierte un sinfín de emociones, en un desborde que no termina hasta el cierre del tercer movimiento. Además de ello, es un concierto sumamente difícil para el solista, dificultad atribuida principalmente a que Brahms no era violinista (como tampoco lo era Tchaikovsky, cuyo concierto para violín es tanto o más complicado como éste).

Sin embargo, las críticas nos habían hecho creer que la joven Kwuon podía con el paquete, pues no solo ha sido solista con orquestas tan importantes como la Royal Philarmonic - que tocara hace seis Cervantinos, también en el Teatro Juárez, en el marco de la celebración de los 100 años de dicho recinto - sino que además debutó con este concierto. Desde dicha debut, en el Tanglewood Music Festival, ella ha tenido muy buenas críticas, aunque cabe notar que todas ellas destacan más sus “ardientes y apasionadas interpretaciones” que su técnica o virtuosismo.

Había un marco perfecto: Pieza maestra, Festival Cervantino, Teatro Juárez... ¡y el maestro Bátiz a la batuta! (espero no se haya notado el sarcasmo de este último aspecto). Pero, si bien la ejecución de la OSUG fue muy destacable, la de Kwuon dejó mucho que desear. Empezó mal, empeoró destrozando el solo del primer movimiento y, aunque mejoró notablemente, no alcanzó a enmendar lo hecho. Con esto no quiero decir que no tenga talento (no conozco a nadie que pueda tocar Brahms y estoy seguro de que quien lee esto tampoco), solo creo que no fue su mejor noche. Aun así, el público le dio varios minutos de inmerecidos aplausos.


El postre mucho mejor que el plato fuerte

En contraparte, a pesar del mal humor que me había provocado tal ejecución de mi pieza favorita, la rusa Irina Chistiakova me devolvió la sonrisa perdida con una magistral interpretación del Concierto para piano y orquesta no. 1 en re menor, Op. 15.

Chistiakova, de tan solo 19 años, nacida en Moscú, estudió piano en el Conservatorio de su ciudad natal. Fue admitida gracias a que a los 11 años obtuvo dos primeros lugares en el Primer Concurso Abierto de Rusia, New names, por su interpretación de un solo y por un dueto que ejecutó al lado de su hermana. Se ha presentado en varias ciudades de Europa, obtenido numerosos premios, grabado sdos discos y participado en programas de radio y TV. También participó en el documental "Los niños prodigios de Rusia".

Cuatro veces salió a recibir los aplausos del público del Teatro Juárez, que respondió adecuadamente al virtuosismo mostrado por la rusa. Sin embargo, para sorpresa de todos, no tocó el acostumbrado 'pilón' a pesar de la ovación.